Elogio del Fair Play

Cuentan las crónicas, que en sus tiempos gloriosos en el Real Madrid, a Alfredo di Estefano, los compañeros que llegaban al equipo con el bagaje de su juventud y un brillante currículo en las categorías inferiores, aval imprescindible para jugar junto a La Saeta, le trataban de usted y siempre con el Don por delante. Don Alfredo pase el balón. Don Alfredo, suya. Don Alfredo, mía.
La mojigatería unida a un sentido del respeto elevados a la enésima potencia, daban a lo que debiera ser un trato cordial entre compañeros, ese aire de película japonesa de serie C donde la exaltación de las clases sociales diríase que prima sobre cualquier otra consideración de índole cinematográfica. Corrían los años cincuenta y el servilismo se confundía a menudo con el culto a las buenas costumbres.
Afortunadamente llegó mayo del 68 con su revolución cultural. Con ella se alargaron las barbas y se acortaron las faldas. A los mayores se les empezó a llamar de tú y en el Real Madrid mandaba la generación ye-ye. Pirri, el íntegro ídolo, se casó con Sonia Bruno una actriz de dudoso recato y el equipo se impregnó de las tendencias de los nuevos tiempos. El servilismo dejó paso a la camaradería más militante. Nadie era más que nadie y todos luchaban hasta el último minuto por conseguir el triunfo y si no, caer dignamente.
En una vuelta más de rosca, con los punkis y las tribus urbanas como máximo exponente de la modernidad, llegó lo que algunos llaman la contrarrevolución. En el punto de mira: el sistema y el orden de valores establecido.
Ahora en los colegios mandan los alumnos y se asume con normalidad que el fín justifica los medios. La victoria sigue siendo lo más preciado aunque no importa de que modo se consiga.
El Real Madrid tampoco se queda al margen. El engreimiento de los muchos jugadores galácticos, ha arruinado la camaradería necesaria para formar equipo. Nadie cree que tenga que ser él quien corra y se han visto forzados a volver a los orígenes: fichar jugadores dispuestos a reconocer el mérito de los compañeros. Con ello han vuelto los éxitos. Puede ser casualidad.
Mientras esto sucede en el continente, en las Islas Británicas, los ingleses como siempre a la suya, se empeñan en mantener sus viejas costumbres.
En un lugar privilegiado, junto al “Dios salve a la Reina” figura lo que ellos llaman Fair Play.